No se habla de niños en las nuevas generaciones

El índice de natalidad es cada vez más bajo y los jóvenes están cada vez menos interesados en buscar hijos dentro de una relación. ¿Libertades, responsabilidades, estabilidad, religión? ¿Cuál es el verdadero motivo de este cambio?

Tania González y Andrés Nuño

El poeta cubano José Martí tiene una frase célebre que enlista tres cosas importantes a hacer en la vida: plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Este último aspecto va en decadencia, ya que, según cifras del Inegi, en México, entre los años 2000 y 2020 hubo un declive de 2.72 a 1.91 hijos promedio por mujer en edad fértil. 

Para que los números de población crezcan o se mantengan saludables, es necesario que la cantidad de nacimientos correspondan con la esperanza de vida, como mencionan Olinca Páez y María Eugenia Zavala en su estudio “Tendencias y determinantes de la fecundidad en México: las desigualdades sociales”. En países en vías de desarrollo, como en el continente africano, el índice de fecundidad, que se mide por el promedio de nacimientos por mujer fértil en cada país, es de más de 5, que corresponde de manera adecuada a una esperanza de vida de alrededor de 60 años.

En países más desarrollados, el bajo índice de fecundidad es un problema que preocupa a expertos en estudios sociales y demográficos. El de Corea del Sur es un caso crítico, ya que en 2020 tuvo una tasa de 0.84 nacimientos; para España e Italia, la tasa ese mismo año fue de 1.19 y 1.24 nacimientos, respectivamente. A pesar de que estos países tienen una esperanza de vida de más de 80 años, necesitan un índice de alrededor de dos nacimientos promedio por mujer fértil para que su número de población se mantenga estable, por lo que estos resultados son alarmantes.

Este declive de fecundidad es un fenómeno que empezó a finales del siglo XX. En 1960, Corea del Sur tenía una tasa de 5.95, mientras que, por ejemplo, en el caso de México era 6.76, cifras muy difíciles de replicar hoy en día para casi cualquier país. Para 1990, la cifra era ya de 1.57 en Corea, y 3.45 en México. Hoy nuestro país tiene un índice de 1.91 hijos por mujer fértil, que es un número sano, pero dista mucho de los del siglo pasado.

¿Qué cambió en estas décadas? ¿Qué piensa sobre este fenómeno la generación Z, que comprende la mayoría de las personas en edad fértil? 


“Es costoso mantener un hijo y cada vez hay menos parejas”

Para responder estas preguntas, se realizó una encuesta en la que participaron 60 mujeres y hombres mexicanos de entre 18 y 29 años, en su mayoría residentes del AMG (Área Metropolitana de Guadalajara), de los cuales 29 (48.3%) piensan tener hijos en algún punto de su vida, 12 (20%) piensan tener hijos en un plazo menor a cinco años, y tan solo cinco personas (8.3%) tienen hijos actualmente. Más de la mitad duda o no piensa en procrear, pero justo 30 encuestados, es decir la mitad, menciona que sus padres tienen dos o más hermanos en promedio. 

Para las personas que mencionaron que no quieren hijos o están indecisas, las razones más importantes son el factor económico, es decir, el elevado costo de mantener hijos; problemas globales o ambientales, por los cuales creen que el mundo no es adecuado para nuevas generaciones, y cambios en los proyectos de vida o de familia, que no necesariamente tienen en cuenta la procreación.

Además, en un peldaño más abajo, se mencionaron factores como los métodos anticonceptivos, y que existe una percepción de que cada vez hay menos parejas o menos tiempo. Finalmente, también hubo respuestas más particulares por parte de algunas mujeres, como la idealización que se genera en torno a la madre, porque involucra que una mujer tenga que hacer una pausa laboral o inclusive por cuestiones de salud mental.

Esta encuesta se realizó de manera digital para capturar las primeras impresiones de varios jóvenes. Sin embargo, era también necesario registrar puntos de vista de manera más profunda sobre las personas que en su momento fueron las que tenían familias más numerosas para tener una mejor idea de qué cambió a lo largo de unas cuantas décadas. 

“Los hijos que Dios te mande”

“Tuvieron hijos como tener perritos, pero yo creo que a un perro lo tratan mejor”. Marisela Salinas Treviño piensa hoy eso sobre la vida de su familia: sus padres tuvieron 15 hijos.

Ella nació en 1953 en Tamaulipas, pero actualmente reside en Jalisco. Recuerda una familia de clase baja rodeada de carencias y descuidos. Su padre era adicto a las apuestas, por lo que nunca tuvieron estabilidad económica. Describe su infancia como “horrible”, al no tener que comer, ropa que ponerse, sin acceso a educación, sin artículos básicos de higiene personal como un cepillo de dientes o toallas sanitarias. Carecían de casa propia y vivieron en casa de su abuela paterna, quien “no los trataba bien”. Limitados no sólo en lo material, sino también en lo afectivo, menciona que sus relaciones familiares no eran buenas o amorosas. 

Solo siete de sus hermanos siguen vivos; uno falleció por un infarto siendo mayor, dos al poco tiempo después de nacer, los restantes de manera violenta, y uno se encuentra desaparecido. Marisela dijo que la mayoría de sus hermanos varones se fueron por el camino de las drogas y el alcohol, mientras las mujeres buscaban casarse para salir de casa, acción que ella copió, ya que a la edad de 17 años se embarazó y casó, con la esperanza de un mejor estilo de vida. No vivió rodeada de lujos y dinero, pero pasó de dormir en el suelo a tener por fin una cama propia. 

En algún momento le preguntó a su madre: ¿por qué decidiste tener tantos hijos si no estaban en condiciones para tenerlos? “Porque quise”, le contestó ella. Siempre vio esto como una irresponsabilidad, inclusive como algo traumático, por lo que, cuando se convirtió en madre, solo tuvo tres hijos y siempre les inculcó: “Tengan los hijos que puedan mantener, no más”.

María del Carmen Blanco Álvarez y María Teresa Aguilar Meza son dos mujeres de la tercera edad, de 75 y 91 años; residen en Guadalajara y son madres de familias numerosas. Ellas creen que los jóvenes de ahora ya no buscan formar una familia porque quieren libertades y no responsabilidades. 

La primera tiene nueve hijos, se casó a los 22 años, y siempre quiso una familia grande, al igual que Teresa, quien tuvo seis hijos y se casó a los 28 años. Estas dos mujeres no se conocen, pero llevaron vidas muy similares, dedicadas de lleno al hogar y a su familia, y ambas mencionaron algo que nos llevó a plantear una importante pregunta. 

—¿Planearon tener todos los hijos que tuvieron?

—No, pero son los que Dios te mande…

María del Carmen mencionó que éste era un juramento que antes la Iglesia católica planteaba al momento de un matrimonio: “¿Juras tener todos los hijos que Dios te mande?”. No sabe si esto se sigue haciendo, pero ¿por qué para la iglesia era tan importante jurar este mandato ante el altar?

Javier Riegwlen, profesor en la materia de Fe y cultura con más de 16 años de experiencia en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), aseguró que la paternidad debe ser planeada e ir de la mano de responsabilidad y estabilidad, ya que no se puede tener un hijo si no está preparada tanto la persona como el entorno para el nacimiento de un ser humano. 

Sobre la frase “los hijos que Dios te mande”, Riegwlen mencionó primero que no es una regla, ya que el concepto de familia no se cierra a una pareja heterosexual con hijos. Cada vez hay más modelos de familia, más diversidad, “no se necesita a un padre y a una madre para tener una familia completa”. Después, comentó que se trata de un asunto de apropiación de discursos; afirmó que él mismo oyó esta frase, pero decidió no ser partícipe de esta ideología.

Por otro lado, argumentó que esta frase tal vez pueda involucrar algo mucho más grande: más hijos significa más población y, por ende, más católicos, entonces, ¿será que la iglesia llegó a promover este estilo de vida para aumentar el número de creyentes? 

“El sentido religioso es menos fuerte”: habla un sacerdote

Víctor Martínez Jurado es un sacerdote que lleva más de 30 años formando parte de los Misioneros Xaverianos. Apoyó a una comunidad en Sierra Leona durante cinco años y también es autor de un libro titulado Hijos con valores, tarea de los padres, en el que aborda la crianza de infantes con base en valores ético-morales. 

“Se ha ido modificando la manera de vivir. Hay factores como la tecnología, la mentalidad de consumo, mayor desplazo de gente. La vida se ha hecho más compleja y disminuye el sentido religioso: es un referente menos fuerte, menos incisivo, que en generaciones anteriores”, comentó el sacerdote.

Según datos del Inegi, en 1970 el 96.2% de la población mexicana se identificó como católica. Esta cifra ha ido en descenso: en 1990 la pasó a ser el 89.6% de la población, en 2010 fue de 82.7% y para el último Censo de Población y Vivienda en 2020 bajó a 77.7 por ciento.

Víctor añadió: “Las relaciones de matrimonio, o incluso de noviazgo, ya no están direccionadas o conducidas desde la moral religiosa. Ahora hay una manera de vivir más laxa, más liviana, menos exigente. Lo importante es que la pareja se entienda. Un embarazo conlleva un proyecto más sólido, determinado por las familias y la sociedad, y ahora se ha dejado como una decisión personal, en los jóvenes, en un nivel subjetivo. Antes se aceptaba o se soportaba una relación familiar matrimonial y ahora no, cada vez es más frecuente ver rupturas de familias. Entonces dicen: ´Bueno, no sabemos cómo va a tocar’”.

Un punto en común que mencionó el sacerdote y que concuerda con el sondeo que se realizó con los jóvenes de 18 a 29 años son las distintas cargas que arrastran las nuevas generaciones, y que se reflejan en una mayor dificultad para encontrar pareja. “Existe dificultad para encontrar realmente una persona idónea a la mentalidad de cada uno. Debido a eso es más cómodo decir: ‘Bueno, me siento a gusto así, no me interesan los hijos ya que son muy absorbentes, involucran mucha responsabilidad por muchos años, y eso me amarra. Lo que quiero es vivir mi vida‘”. 

Sobre el testimonio de Marisela, comentó que es más que probable que las personas de familias más numerosas quieran tener menos hijos o ninguno. Si, desde la niñez, la persona tiene experiencias duras con su familia, será muy difícil que quiera tener hijos o será más cautelosa. 

Luego, al hablar sobre la frase ”los hijos que Dios te mande“, Víctor expuso que esta idea va más ligada a una sexualidad más natural y espiritual que a la cantidad de hijos que pueda tener una familia. Recordó la postura de la iglesia en contra del aborto, por lo que es más probable que se refiera a este punto cuando en una ceremonia de matrimonio el sacerdote cuestiona si la pareja está dispuesta a recibir los hijos que Dios les conceda.

Sin embargo, mencionó que hay otros tipos de planeación familiar que tienen un sentido más espiritual, pero requieren mucho cuidado: “Hay más tolerancia en la moral cristiana en contextos particulares. Lo que se practicaba antes era el onanismo, que está en la Biblia. También se puede checar los ciclos hormonales de la mujer, pero esto implica mucha disciplina, mucho cuidado. Ustedes cuiden que su relación tenga sentido del amor”.

Asunto de dinero

Es notable cómo el fenómeno del declive en la fecundidad no se puede entender desde solo un ámbito. Que haya menos hijos por familia depende de factores económicos, sociales, religiosos, culturales e incluso personales, por listar unos cuantos.

La realidad es que, sí, es cada vez más costoso tener un hijo. El precio más accesible para un parto en una clínica es un paquete de alrededor de 35 mil pesos, asegura la ginecóloga Érika Valencia Mejía. Además, el Tec de Monterrey realizó un estudio en donde se calculó, en promedio, cuánto cuesta mantener un hijo para una familia de clase media desde su nacimiento, hasta que es mayor de edad. El resultado fue un aproximado de dos millones de pesos nada más en alimentación, sin contar educación, salud y otros posibles gastos. 

En México se empezaron a incluir programas de educación sexual en las escuelas a partir de 1974, lo cual es también claramente un factor a considerar, ya que se abrió la conversación sobre la sexualidad de las generaciones más jóvenes y eso puede provocar paulatinamente una mayor cautela y consciencia para una mejor planeación de vida.

Asimismo, el Inegi reporta que cada vez hay un número mayor de divorcios, que pasaron de 108,727 en 2013 a 166,766 en 2022. Esto coincide con la perspectiva de los jóvenes que creen que hay menos parejas o que incluso es más difícil construir una familia.

Finalmente, está presente el factor cultural y religioso, ya que, en el siglo pasado, la religión católica seguía teniendo mucho peso en la manera en que las personas llevaban a cabo sus vidas y tomaban importantes decisiones como tener un hijo. Ahora, se ha visto un claro declive en el número de creyentes, por lo que se han repensado frases como “los hijos que Dios te dé” y tabúes como el aborto.

A pesar de que hay factores en los que la perspectiva de las personas se asemeja, también hay que recordar que tener hijos es una decisión personal. No se puede englobar o asimilar que el índice de fecundidad seguirá a la baja, pero hay muchos factores que reflejan que la cada vez mayor libertad y reconstrucción cultural va a afectar el número de hijos por familia en la sociedad mexicana.

* Los autores son estudiantes de la licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública del ITESO.

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