“Uno ya no busca las necesidades básicas en una casa, solo busca donde vivir”
“El pronóstico no es alentador. Lo que se puede esperar es heredar espacios de quienes compraron casa antes. También podríamos optar por tener dos o tres trabajos para cubrir la renta y un estilo de vida promedio. Entonces a menos que truene la burbuja y todos los precios bajen de las viviendas, no nos espera algo bueno a futuro”
Paola del Río
María José Ramírez es una mujer de 29 años que, como muchas personas en la ciudad, se las ha visto difíciles para encontrar una vivienda digna por fenómenos como la gentrificación. Ella trabaja en una empresa como coordinadora de seguridad, salud y medio ambiente y recibe 30 mil pesos brutos al mes. Si María José quisiera comprar una casa terminaría de pagarla a los 60 años, con un crédito de Infonavit, a razón de diez mil pesos al mes, con una tasa de 10.45 por ciento.
—¿Cómo ha sido este proceso de querer independizarte? ¿A qué retos te has enfrentado?
—Independizarse es una idea que se ha transmitido de generación en generación. Llega un momento en que es necesario salir de casa. Antes, el proceso era estudiar, casarse, tener familia y luego trabajar para tener un hogar. En mi generación, se ha vuelto diferente: terminas de estudiar, te independizas y trabajas para mantener esa independencia.
—¿Qué impresión te llevaste en tu primer acercamiento buscando donde vivir?
—A los 17 años quise independizarme para facilitar mi vida, ya que la escuela estaba lejos. Varios compañeros encontraron casas cerca y ahorraban mucho tiempo, pero mi familia se opuso, diciendo que era muy joven. A los 22 intenté de nuevo, busqué casas con mi mejor amiga, pero las rentas eran altas y los requisitos complicados. Aunque no logré independizarme, mi amiga sí lo hizo junto con su pareja.
“A los 26, decidí pedir un préstamo de Infonavit o bancario para comprar algo propio; sin embargo, descubrí que no tenía antigüedad laboral porque no me habían dado de alta, lo que limitó mi préstamo y no me alcanzó para ninguna vivienda”.
—¿En qué zonas buscaste casa?
—En mi segundo intento de independizarme, lo hice con mi mejor amiga, que trabajaba cerca de Plaza Patria. Yo tenía vehículo, así que buscábamos un lugar con acceso al transporte público. Los precios en esa zona eran altos, así que buscamos en la colonia Seattle, Zapopan hacia Tesistán, y el centro cerca del panteón de Mezquitán. Este último era más alejado de nuestros trabajos y un poco inseguro, pero los precios eran más accesibles.
La crisis de vivienda
En una encuesta del Inegi de 2023 se rescató que el 17.6% de jóvenes que trabajan se desplazan dentro de la zona metropolitana en la que residen para llegar a su centro de trabajo: 1.7 millones de jóvenes de 9.8 que trabajan.
—¿En cuánto rondaban los precios?
—Encontramos un departamento cerca del panteón de Mezquitán que costaba 5,500 pesos. Tenía dos recámaras, baño y cocina, pero la construcción estaba en mal estado, sin puerta y con escaleras llenas de grafitis. También vimos otro departamento cerca de Plaza Patria, que era más viejo pero se sentía más seguro, y costaba 5,700, aunque el espacio era más reducido.
—¿Crees que es más viable buscar una vivienda en las periferias de la ciudad?
—Ya no es viable comprar en el centro. Cuando busqué casa, la opción más accesible estaba en El Salto, una zona industrial sin tiendas ni servicios cerca. Esto es lo que enfrentan muchas personas a mi alrededor: hay que sopesar arriesgarse a irse a la periferia con la esperanza de que la mancha urbana te alcance, pero uno ya no busca las necesidades básicas en una casa, solo busca donde vivir.
—¿Ves situaciones similares a tu alrededor?
—Sí, sin importar el círculo social, todos los de mi edad nos enfrentamos al mismo problema. La mayoría vivimos con nuestros papás o nos juntamos para rentar un departamento. Solo algunos amigos de 33 o 34 años han logrado comprar, pero lo hacen en las periferias, donde los departamentos vienen sin puertas, piso, luces o cocinetas, y son de solo 50 metros cuadrados; ya solo aspiramos a eso.
—¿Crees que siempre ha sido así la búsqueda de viviendas?
—Creo que la situación ha empeorado. Nuestros padres, aunque era difícil, podían costear una renta. Hoy, nosotros tenemos problemas incluso para rentar; ni siquiera aspiramos a comprar. La renta promedio está entre ocho mil y 12 mil pesos mensuales. Si un amigo gana 30 mil al mes, le quedarían 18 mil después de pagar una renta de 12 mil, y lo que sobra se va en servicios, transporte, alimentos, y más, ya que muchos trabajos no ofrecen seguridad social.
—Todo esto que está viviendo tu generación, ¿a qué se lo atribuyes?
—No estoy segura de cuál es el problema, pero hay muchos factores. He notado que, en zonas céntricas, muchas casas son Airbnb o están ocupadas por extranjeros. Mientras camino por la colonia Americana, a menudo veo familias de gringos, me parece extraño; buscan lugares céntricos porque las rentas son más baratas aquí. Además, hay muchos inversionistas que compran propiedades para rentarlas, ya sea en Airbnb o de forma convencional. La ciudad ha crecido mucho, y las nuevas construcciones son torres departamentales que son construidas en masa, ya no hay espacio; o te vas a una torre o a las afueras.
—¿Cómo crees que se verán afectadas futuras generaciones?
—El pronóstico no es alentador. Lo que se puede esperar es heredar espacios de quienes compraron casa antes. También podríamos optar por tener dos o tres trabajos para cubrir la renta y un estilo de vida promedio. Entonces, a menos que truene la burbuja y todos los precios bajen de las viviendas, no nos espera algo bueno.
* La autora es estudiante de Periodismo y Comunicación Pública en el ITESO.
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