Entre el rock y el reggaeton, el country y el pop, existe un género musical que tiene todo en uno y a la vez nada: uno que te parte el corazón, te alienta, te voltea los intestinos, te arrulla. Está oculto en el perfecto escondite: la simple vista… ¿o el simple oído?
La música ha sido un refugio para las emociones humanas a lo largo de la historia. Nos acompaña en nuestros momentos de alegría, tristeza, soledad y celebración. Sin embargo, en nuestra obsesión por clasificar y consumir música como una mercancía más, ¿hemos olvidado lo que realmente significa escuchar? Si tanto estamos acostumbrados a cuestionar nuestras percepciones en publicidad, noticias, política, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo abrir nuestros oídos a un mundo sonoro que no tiene la malicia o el egoísmo de engañarnos? Es momento de dejar de escuchar música y empezar a escuchar el mundo.
A aquellos conjuntos de sonidos que forman parte de un ambiente específico y que pueden ser percibidos de manera consciente se les llama soundscapes o paisajes sonoros. Estos sonidos pueden incluir desde el canto de los pájaros en un parque hasta el murmullo de una conversación en un café. La clave aquí es que, al prestar atención a estos sonidos, podemos crear una conexión emocional y contextual con el lugar.
El concepto de soundscape, popularizado por el compositor y teórico canadiense R. Murray Schafer, nos invita a escuchar más allá del ruido constante que a menudo percibimos. Los paisajes sonoros son mucho más que un ruido de fondo; son una sinfonía de señales que reflejan el pasado, presente y futuro de un lugar. Al prestarles atención, nos sumergimos en un caleidoscopio auditivo que revela la esencia del entorno que habitamos.
Sonidos que defienden identidades
Aparte de ser amenos, los paisajes sonoros sirven como una herramienta poderosa para definir y expresar la identidad cultural, pues ofrecen una lente auditiva única a través de la cual las comunidades pueden articular su herencia, valores y experiencias.
Examinar la interacción entre sonido y cultura nos ayuda a comprender cómo los paisajes sonoros contribuyen a un sentido de pertenencia e identidad. Abarcan los sonidos que caracterizan un entorno particular, incluyendo elementos naturales, actividades humanas y expresiones culturales.
Estos elementos auditivos pueden actuar como soundmarks, sonidos que se asocian de manera única con un lugar o cultura específica, muy parecido a los acentos en un paisaje visual. Por ejemplo, el canto de un pájaro local o el sonido de un gallo que canta cada mañana pueden evocar sentimientos profundos de nostalgia e identidad entre los miembros de una comunidad.
Cada sonido tiene una historia y un significado que enriquece nuestra comprensión del entorno cultural.
Multidimensionalidad
Los paisajes sonoros crean una experiencia auditiva multidimensional que envuelve al oyente e involucra todos sus sentidos. Al incorporar ruidos ambientales y texturas superpuestas, los soundscapes transportan al oyente a un momento y lugar específicos y fomentan una conexión más profunda con el entorno sonoro.
Esta inmersión permite a las personas experimentar el mundo de una manera más visceral y auténtica, alejándose de las representaciones planas y estandarizadas que pueden llegan a presentarse en la música.
Redescubrir el arte de escuchar
En un mundo que cada vez se vuelve más confuso, es momento de reorientar nuestra atención hacia la riqueza sonora que nos rodea. Hay que dejar de escuchar música en el sentido de tratarla como la única forma de sonido enriquecedor en nuestras vidas, y empezar a escuchar el mundo en su totalidad; es un camino hacia una experiencia introspectiva y rica.
Hay que empezar a escuchar otras músicas: el canto de grillos, el tambor de un corazón, las cuerdas de las hojas cuando el viento las sopla, la melodía de la lluvia, el pedal envolvente del mar o la orquesta de un mercado.
La música puede ser una parte maravillosa de nuestra vida, pero no debe nublar al vasto soundscape que nos acompaña todos los días. Al abrir nuestros oídos a este mundo, podemos encontrar nuevas formas de inspiración, paz y conexión con el entorno que habitamos. Empezar a escuchar el mundo en su totalidad, con sus sonidos irrepetibles y variados, es una forma de conectar más profundamente con la vida misma.
Escuchar más allá de la música es, en última instancia, una manera de redescubrir la belleza y la complejidad del mundo que nos rodea.
* La autora es estudiante de la licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública del ITESO.
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