Hacer el mundo menos simple: conociendo a Darío Serrano
Raquel Johannsen
Darío Serrano dice que la tarea de un artista es hacer el mundo menos simple. Originario de Metepec, Estado de México, adopta su nombre artístico por un malentendido que le da la oportunidad de reinventarse. Apasionado por el arte, Darío se dedica a la escultura en barro, y aunque al principio se resistía a incursionar en el mundo del arte, hoy es lo que lo define.
¿Podrías presentarte?
Mi nombre es Andrés Serrano Castillo soy originario de Metepec, Estado de México. Digamos que aquí en Guadalajara me bautizaron como Darío, entonces actualmente mi firma artística es como “Darío escultor” o “Darío Serrano”.
¿Cómo nació el nombre artístico Darío?
Cuando llegué a Guadalajara entré en un taller de diseño, me mandaron a la bodega y un encargado de ahí del espacio siempre me decía Darío. Cuando te quitan la identidad o te la cambian siempre es incómodo y molesto, y en ese entonces yo trataba de decirle que así no me llamaba, pero luego de un
tiempo de que otras personas me llamaran así, me dio flojera explicarle a cada uno que no me llamaba Darío… digamos que lo asumí, lo normalice. Pero curiosamente, ya después analizando mi historia, mi abuela materna se llamaba Daría. Entonces fíjate, curiosamente vuelve el nombre de Darío a estar presente, entonces adopté el nombre de Darío por mi abuela.
¿Quién es Darío?
Yo me definiría como alguien apasionado por el arte. Me dedico a la escultura, y actualmente tengo varios proyectos enfocados hacia la enseñanza en las artes plásticas, especialmente en la escultura y proyectos que pueden ir desarrollando un lenguaje artístico en la sociedad. Me considero una persona de carácter fuerte y romántico, como la mayoría de los que nos dedicamos a esto y puedo decir que
soy alguien que le apasiona su entorno, su vida, y la parte reflexiva dentro de ese entorno.
¿Cómo llegas al arte?
Creo que la mayoría de los que nos dedicamos a esto desde muy pequeños, entablamos ese lenguaje artístico. Metepec, Estado de México, es un municipio en donde la mayoría de las personas viven de la producción de artesanías en barro, es muy conocido por el árbol de la vida. Entonces, visualmente siempre me nutrí de eso, crecí con ese en ese lenguaje cultural de colores, formas y material.
En la preparatoria recibí una plática vocacional de la escuela de Bellas Artes, traída a mi escuela por mi maestra, quien fue quien por primera vez me permitió verme en el arte en el futuro. Ahí fue cuando me mostraron el programa, las actividades y me enamoré. Fue esa corazonada, como el amor, que dices “esto es lo mío, esto es a lo que me quiero dedicar”.
Todavía en ese momento no sabía que quería ser escultor, un poco por la resistencia de ver a los artesanos siempre llenos de material, que hoy sé parte de ese folklore y esa cultura, pero en su momento un poco por lo que no quería ser artesano era por eso. Curiosamente, hoy es algo de lo que más disfruto.
¿Cómo fue Bellas Artes?
En la Escuela de Artes Plásticas, yo recuerdo que entramos como cincuenta compañeros. De esos cincuenta, diez eran muy buenos, treinta iban con gusto, no con habilidad y diez no sabías porque entraban. Entre mis clases, yo llevaba escultura, que para mi fue como jugar y volver a mi lugar de origen, porque yo había visto artesanos trabajar y disfrutar el barro. Para mí fue ya conocer el material y saberme relacionar con el, yo ya lo tenía en la sangre.
Durante la universidad, un día de esos que no puedes dormir estaba viendo la televisión en la madrugada y estaba pasando la película “La pasión”, de Camille Claudel. Recuerdo que hay una escena donde la protagonista, que es una escultora, está modelando el rostro de una niña, y en ese momento hice una conexión: “No sé cómo y no sé qué tenga que hacer, pero yo me quiero dedicar a esto”. Creo que ese fue donde encontré mi camino porque de ahí no solté la escultura jamás.
¿Cómo llegaste al barro?
Curiosamente lo que no quería fue lo que al final terminó siendo, cuando estás con las manos llenas de barro lo disfruto, porque te da un lenguaje, una conexión. Todo material tiene su discurso interno y tú tienes que saber entender, escuchar, dominar… saber lo posible y lo imposible.
¿Cómo es tu proceso creativo?
La obra tiene demasiado camino, es una mezcla de sentimientos, de análisis, de identidad, que vas construyendo a partir de que te pasa una desgracia o un acontecimiento que te marca de una manera alegre y tu obra tiene ese toque, ese camino. A mí me encanta esta obra que te hace reflexionar, más que apreciar desde su estética, me gusta ese discurso psicológico, el lenguaje analítico. De mis obras
cuando, cuando han salido en serie (porque hay varias piezas que solamente son esos espasmos de felicidad, de alegría o de tristeza) por lo general concluye desde un análisis reflexivo psicológico actual.
¿Por qué decides esculpir rostros?
Me encanta la escultura anatómica, por lo general las demás personas se enfocan en un rostro bonito, estilizado y estético, pero creo que para mí, en mi discurso y en mi lenguaje eso lo convierte en adorno. Yo busco una obra que genere una catarsis, una reflexión interna del porqué, ¿por qué esa mirada?, ¿por qué esa textura?, ¿por qué ese color? y que puede ser muy agresivo pero al mismo tiempo reflexivo. Me encanta que mi obra tenga un alma, que cuenta una historia desde el enfoque
que lo lleves, no me gusta una obra decorativa.
La inmediatez
En esta época actual todo quiere ser inmediato, la vida no es así. Construir algo, si bien está la posibilidad de que se pueda hacer en el momento, que ciertas cosas se puedan viralizar, en realidad construir lleva tiempo, lleva su proceso. Ese tipo de situaciones son las que me gusta comprender, analizar, reflexionar y porqué no también hacer una especie de crítica.
Ser maestro
No me veo dejando las clases porque es algo que me encanta, que disfruto, y creo que la responsabilidad del intelectual y eso incluye artistas, músicos, filósofos, escritores e infinidad de intelectuales es compartir. Yo no me vería en la vida sin el poder compartir.
¿Qué esperas de tu arte?
Yo espero que lo que yo construya, lo que yo haga el día de mañana alguien pueda mirar lo que yo en un momento dado miré y observé para poder incitar esa reflexión y pueda construir su propio discurso, su propio lenguaje artístico.
Un mundo menos simple
La mayor responsabilidad del artista es el compartir, educar y transmitir el hacer menos simple este mundo. Esa es la importancia del artista, precisamente narrar que dentro de este mundo puede haber cosas muy interesantes dignas de admirar y que creativamente nos pueden transportar a descubrir lo bonito.
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