Del pozole al pan sin gluten
Camila Álvarez
En el corazón de una ciudad en constante transformación, la colonia Obrera se encuentra en la encrucijada del cambio y la preservación. El colectivo Colonia Obrera, en el centro de la Ciudad de México, se ha convertido en la voz de la resistencia contra la gentrificación. A través de Diana García, quien es vecina y una de las dirigentes del colectivo, descubrimos una historia de lucha, comunidad y la búsqueda incansable por mantener viva la esencia de su barrio.
El colectivo nació de la necesidad de crear conexiones dentro de la colonia. Entre reuniones informales en el mercado, donde encontraron un espacio en común, personas mayores que habitaban la zona y amigos de amigos que se sumaban, comenzaron a hacer talleres y tomaron fuerza en su resistencia.
Para el colectivo es crucial crear contactos estratégicos y generar vínculos con otros colectivos que también trabajan en la resistencia contra la gentrificación. “También pienso que es buena idea tener aliados, como centros culturales, por ejemplo, y poder sacar material gráfico de ahí”.
Para Diana García, lo colectivo también trasciende hacia lo profundamente personal: “Híjole, yo siento feo que ya mi colonia no sea como era antes”. Con casi dos décadas de vivir en la Obrera, ella ha sido testigo del cambio desenfrenado al que la zona se ha sumergido. Su experiencia es el espejo de una pluralidad de vivencias: mudanzas forzadas por el aumento de rentas, contratos no renovados y la constante búsqueda por quedarse en ese lugar que considera su hogar. Diana García no desiste ante su determinación de quedarse en ese barrio que la vio crecer.
Aunque la zona ha experimentado transformaciones en los espacios, como es el caso de nuevas cafeterías que reemplazan negocios locales, o edificios que se extienden para alcanzar el cielo en donde antes había una casa, los cambios también son demográficos. Lo que antes era un espacio en el que vivían, en su mayoría, adultos mayores, ahora ve la llegada de nuevas generaciones. Si bien muchas de las personas son hijos y nietos de quienes vivían en el barrio, también han llegado jóvenes atraídos por la ubicación y el encanto de la zona.
Diana García, con 33 años, es la persona más joven dentro del colectivo; la mayoría de las personas que se involucran en la defensa del barrio son adultos mayores.
García también nos platica sobre su experiencia en una actividad que se hizo durante la pandemia: ¿cuál es tu zona favorita del barrio? Los resultados apuntaron a que las personas mayores, de 40 años para arriba, sí tenían un lugar que consideraban especial; en cambio, los jóvenes o quienes llevaban alrededor de cinco años viviendo en el barrio, sus lugares favoritos eran los bares, no tenían ningún espacio preferido o les daba lo mismo tenerlo.
Por otro lado, la llegada de extranjeros a la colonia ha añadido otra capa de complejidad. Durante la pandemia, al barrio llegaron personas de distintas nacionalidades: franceses, alemanes, estadounidenses, etcétera. Las personas del barrio suelen recibirlas con calidez y hay un buen trato, explica Diana García, pero este último año comenzaron a llegar venezolanos, y ahí sí hubo un trato distinto que al resto de los extranjeros que eran de Norteamérica y Europa. Del mismo modo, también ha notado que con la llegada de personas de distintas nacionalidades ha habido una modificación en los productos que ofrecen los locales.
La percepción de estos cambios entre los vecinos es variada. Hay quienes defienden la construcción de estas torres verticales y la llegada de personas con mayor nivel socioeconómico como un detonante para el desarrollo y el progreso. Por otro lado, están quienes son más conscientes con la lucha y resistencia contra los peligros de la gentrificación.
Diana García menciona que este año el movimiento y la conciencia sobre el tema han sido más visibles y recurrentes: “Este año ya se ha comenzado [a hablar] más de este tema, hay más movimiento; yo creo que era lo que se necesitaba, que se pusiera el concepto en el titular para que las personas supieran que existe”.
La vecina y dirigente del colectivo en la Obrera nos comenta que han hecho “pintas” y stickers para pegar en distintos espacios de la colonia. Para ella, el arte, desde una intención de embellecer las zonas, sí encarece el barrio y aporta a la especulación inmobiliaria. Nos cuenta la experiencia de un grupo de artistas que no eran de la zona, ni de las colonias próximas, que hicieron un mural de un tráiler de mangos que decía “tráfico pesado”; el problema radicó en que ignoraban la problemática que la colonia tenía directamente con los tráileres: deterioro de las calles, caída de cables y tráfico intenso. Con este tipo de murales han surgido paralelamente otras problemáticas: la aparición de negocios dirigidos a un público con mayor poder adquisitivo.
Para Diana García, estas intervenciones artísticas, que solo buscan embellecer las calles y la zona, hacen que las rentas y la colonia se encarezcan, ya que te venden la idea en su totalidad de que la colonia Obrera es también una experiencia estética y cultural fuera de tu departamento o casa.
Frente a estos desafíos, el colectivo propone diversas soluciones: la intervención en espacios públicos como un acto crucial de resistencia; fomentar la historia local y una regulación en la cantidad de construcciones. De igual modo, defienden también las alianzas entre colectivos, pero, sobre todo, la reconstrucción de la cohesión comunitaria: incitar a los residentes a no dejarse desplazar, sino resistir; a crear vínculos con las personas que habitan el barrio e invitar a los recién llegados a integrarse e involucrarse en lo que ocurre en su comunidad.
El mensaje que el colectivo también nos deja es que la lucha contra la gentrificación es tanto personal como colectiva.
En las calles de la Colonia Obrera, entre murales coloridos y cafeterías de moda, se libra una batalla inquietante pero determinada. Es la lucha de aquellos que creen que el progreso no debe venir a costa de la identidad, la comunidad y la historia. Y mientras el colectivo continúe su labor, la esperanza permanece viva de que la esencia de este barrio obrero no se perderá en el torbellino del cambio urbano.
Como implora el lema del colectivo: “La Colonia Obrera para lxs obrerxs”.
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