Informalidad laboral: “Y los jóvenes, ¿qué con esto?”

Los jóvenes tienen que aprovechar coyunturas como las de las elecciones para informarse sobre su futuro y defender sus derechos laborales, asegura el economista Ignacio Román Morales

Montserrat Aburto

La población más afectada en los últimos años por los cambios de la informalidad laboral en México son los jóvenes, y datos como la generalización de los empleos informales deberían persuadir a las nuevas generaciones de estudiar cómo pueden defender sus derechos. Así lo recomienda el economista Ignacio Román Morales, académico del ITESO y especialista en temas de calidad laboral del país.

“En México, la informalidad laboral está abarcando alrededor del 56% de la población trabajadora”, advierte el profesor de los departamentos de Economía, Administración y Mercadología, y de Filosofía y Humanidades, de la Universidad Jesuita de Guadalajara.

“Hay varias cosas que se pueden hacer, como crear mecanismos de información de agencias de empleo para la población, casi como un Tinder. Otra cosa es dejar de considerar a los estudiantes como mercancías en proceso de fabricación”

Ignacio Román Morales, economista

—¿Por qué es tan “fácil” caer en la problemática del trabajo informal?

—Más que fácil, para gran parte de la población simplemente no hay de otra. No hay suficiente trabajo en la industria. La gente tiene que vivir: eso es la informalidad. En épocas más recientes ha perjudicado sobre todo a los jóvenes, pues algunos son contratados por empresas micro que no tienen recursos ni estabilidad para contrataciones formales de largo plazo y, cuando son contratados por las empresas grandes, éstas en su mayoría también se aprovechan para pagarles poco con solo un proyecto. Estamos entrando a lo que yo llamaría una especie de informalidad de alta tecnología.

Ignacio Román explica que es importante definir tres conceptos: el sector informal de la economía, las ocupaciones informales y la economía informal. Describe que en México hay tres principales ocupaciones informales: las trabajadoras domésticas remuneradas, los trabajadores agrícolas de subsistencia y las personas, en su mayoría jóvenes urbanos, dentro de “la ocupación informal en el sector formal”, como él llama al hecho de que empresas e instituciones contraten a alguien sin reconocer su carácter de trabajador.

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—¿Qué consecuencias de la informalidad laboral podrían ver los jóvenes en el futuro?

— Te doy un ejemplo, y te hablo como un viejo. ¿Quién va a pagarme la jubilación? Digamos, el IMSS: éste saca dinero de las cuotas del resto de la población, especialmente jóvenes, pero, ¿qué pasa si a los jóvenes los contratan sin IMSS? Evidentemente, la afectación es mayor para los chavos. Que no tengan Seguridad Social no solo implica que no tengan acceso a medicinas y médicos, sino que no crean antecedentes de jubilación: ¿de qué van a vivir? Por eso, cuestiones tales como pensión o jubilación deberían de preocuparles no a los 65 años, sino desde ya, y en nada ayuda el mantenerse en condición de informalidad.

Román Morales comenta que además sería recomendable una defensa colectiva y no tanto individual: “Es decir, pelear como las mujeres pelean por sus derechos, pelear como lo hacen los indígenas (…) A nivel individual es difícil manifestarse. Te doy un ejemplo: en el empleo con el mejor ingreso en el que estuve trabajaba de 10 a 12 horas diarias, pero solo bajo contratos por honorarios. Yo hubiera tenido todo el derecho a meterle pleito a mi empleador y debí haber presentado una denuncia ante la Secretaría del Trabajo. Nada más que no lo podía hacer por una simple y sencilla razón: mi empleador era la Secretaría del Trabajo”.

—¿Por qué es importante para los jóvenes conocer nuestros derechos laborales?

—Es importante para todos. Hoy a los jóvenes los educan con base en lo que el mercado requiere, cuando en realidad la educación tiene otro sentido, como a nivel cultural, a nivel físico, a nivel de socialización y a nivel de comprensión de derechos. Ustedes no son mercancía en proceso de fabricación; ustedes deberían de estar estudiando cómo defender sus derechos de trabajo.

Morales afirma también que la informalidad laboral no es ni buena ni mala, sino una necesidad para la población mexicana. “La informalidad es el último refugio de supervivencia de millones de personas. Las condiciones laborales en la informalidad tienden a ser peores que en la formalidad debido a la falta de regulación que las proteja, pero no quiere decir que sea mala; es la manera de estar vivos. La cuestión es: ¿cómo reducir la informalidad mediante el crecimiento en el nivel y la calidad del trabajo formal?”.

—¿Qué se ha hecho antes para ayudar a los jóvenes que se encuentran en esta situación?

—El único programa de empleo que ha habido en México fue de 1979 a 1982 y se aplicó solamente en los primeros dos años porque vino la crisis de la deuda… Hay varias cosas que se pueden hacer, como crear mecanismos de información de agencias de empleo para la población, casi como un Tinder. Otra cosa es dejar de considerar a los estudiantes como mercancías en proceso de fabricación; a eso se le llama capital humano: el capital es el sustantivo y el ser humano es solamente el adjetivo.

Ignacio Román planteó propuestas sobre acciones que deben de tomar los jóvenes ante esta problemática y también resaltó la importancia de estar informados en todo momento.

“Habría que actuar en dos planos, individual y colectivo. En el colectivo implica organizarse, luchar y aprovechar las elecciones para decir: y nosotros, ¿qué con esto? Es decir, cómo pelear para reducir el trabajo informal en el sector formal y asegurarse de que empresas e instituciones de todo tipo garanticen verdaderamente el tipo de trabajo que le ofrecen a los jóvenes.

Además, recomienda que, en lo individual, cada persona se acostumbre a ahorrar en cuanto consiga algún ingreso regular: “Es importante que tengan conocimientos financieros para acumular un recurso que les permita vivir en su vejez y, en la medida de la posible, tener aseguramiento en términos de acceso médico. Y finalmente, pelear por una educación que no sea simplemente para ejercerlos como mercancías en fabricación”.

* La autora es estudiante de la licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública del ITESO.

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