Alan Ruiz Galicia
Para leer este texto necesitarás una pluma.
¿Estás listo?
Hagamos un par de aclaraciones. Este artículo no se debe escribir, así que, para que pueda existir, tendrás que ayudarme a redactarlo. Es solo cuestión de rellenar las casillas en acuerdo a lo que tú decidas. Hagamos una prueba.
1.- ¿Estás dispuesto(a) a hablar del crimen organizado? (Coloca una cruz donde corresponda)
a) Sí __ b) No __
-En caso de que tu respuesta sea Sí, pasa a la pregunta número dos. En caso de que tu respuesta sea No, deja esta lectura y continúa con tu vida normal sin ningún cuidado.
2.- Partiendo del hecho de que manifiestas interés sobre este asunto, contesta: ¿Perteneces a algún c4rtel?
a) Sí __ b) No __
En caso de que tu respuesta sea negativa, continúa al párrafo siguiente. Si tu respuesta es afirmativa, no es necesario que continúes leyendo: sigue tu a lo tuyo y yo a lo mío.
Para quien desea seguir leyendo, descubrirás que a lo largo de este artículo tendrás que ayudarme a rellenar los espacios para completar un texto final, que será único, y que estará escrito a cuatro manos, que son las tuyas y las mías, que se entrelazan misteriosamente más allá del tiempo y del espacio.
Ahora vamos a seguir escribiendo juntos. Realizaremos una sección que consiste en rellenar las pestañas con las siglas correctas, en acuerdo con lo que consideres adecuado.
Siglas:
Crimen Organizado (C.O.)
Partidos Políticos (P.P.)
Estado Mexicano (E.M.)
Grandes Empresas (G.E.)
Marina y Ejército (M.E.)
Medios de Comunicación (M.C.)
A continuación, coloca las siglas en cada espacio, según corresponda:
No podemos entender la situación actual del país sin considerar el papel de _ _ en el incremento dramático de la violencia. Es innegable la responsabilidad de _ _ en la degradación del tejido social (siempre con la colaboración de _ _), por lo que ante el fortalecimiento de _ _ nos encontramos frente a un callejón sin salida. Paradójicamente, a menos que _ _ y _ _ se coordinen, podemos augurar un permanente estado de alerta, peligro y violencia generalizada.
Aquí quien manda es _ _.
***
El derecho de todo ser humano, en cualquier época, es hablar mal del mal. Hoy, aquí, yo no puedo criticar abiertamente a _ _, lo que es llamativo, porque entonces puedo hablar de todo, menos de lo importante.
Partiendo de ello, para tener un mínimo de honestidad intelectual, no habrá análisis de nuestra realidad que pueda considerarse en serio si no supone una crítica política, económica y cultural a _ _,
Cuando escribo encarnando esta voz, descubro que el problema no es la libertad de expresión, sino el bienestar de quien se manifiesta luego de la expresión. La libertad de palabra se tiene que considerar como un proceso integral, en que es un mismo acto que alguien escriba sobre _ _ y que se vaya a dormir sin miedo a que será despertado por una puerta que se rompe, gritos, y un internarse inexorablemente en la noche de la que no se vuelve.
Quien detiene la mano que me apunta es _ _. Quien me cuida es _ _. Quien decide en última instancia si continúa o termina mi vida es _ _.
El problema aquí es la autocensura. Antes de pelear con las palabras que usaremos para decir lo que pensamos (lo que hacen escritores y periodistas en otras partes del mundo) tenemos que pelearnos con nosotros mismos, porque nuestro deber es decir que _ _ nos está matando, pero el precio es muy elevado, porque ellos actúan junto a _ _, aunque se muestren como sus enemigos públicos.
Pero uno no se mueve sin el otro.
Aquí el combate es, en primer lugar, contra nuestros fantasmas. Los fantasmas, como sabemos, siempre tienen un secreto, un tipo de verdad velada que tenemos que atrevernos a mirar a través de ellos. Lo que yo vislumbro cuando miro en los míos es la tortura. Ese es el signo, y es así como venimos siendo disciplinados: el miedo no es la muerte, sino el destroce de nuestro cuerpo; ser asesinado por _ _ es ser afortunado, porque el peligro real es el cuchillo, la gasolina y el martillo: la amenaza del dolor radical, un tipo de sufrimiento extremo que hunde su filo hasta la raíz de los nervios. El miedo es que nos provoquen un dolor fuera de los límites; que salpiquemos saliva a todos los dioses que desoyen a los torturados, suplicando que _ _ nos conceda la bendición de una bala.
Hay una bala con nuestro nombre. Y la vamos a suplicar. A este extremo amenaza _ _ al ser humano. No a mí, no a ti, sino a nuestra condición común.
(Hay momentos en que deseo besar mi bala. Siento que quizá, si le hago el amor, me amará, mi propia bala del destino, y me dará su paz cuando llegue el momento).
Desde Cristo vivimos en un mundo en donde los dioses tienen excusas ante el cuerpo del mutilado, del moribundo, del torturado. Yo digo que, mientras sea cotidiana la tortura, no hay dioses. Esa es mi afirmación última.
Jesús lo sabía. Por eso sus últimas palabras fueron un reclamo de abandono. Las interpretaciones más extravagantes vinieron luego. Pero yo me pregunto: si así muere el hijo de un Dios: ¿Cómo morimos nosotros, las hijas y los hijos del hombre?
Pues yo denuncio a este mundo, a este país y a esta época. Denuncio que seguimos haciendo nuestra vida mientras se suman las masacres. No me extraña que en los países “desarrollados” no importe demasiado nuestra situación: les recuerda que su crónica triunfalista del hombre por ahora es imposible, y que el hecho que tengan estabilidad en ciertos lugares no lleva a decir que a la humanidad en su conjunto le va bien y que vivimos una época grandiosa. ¡No! Estamos en llamas y a nadie parece interesarle. Salvo a _ _, que produce ganancias astronómicas, con la participación de _ _.
Porque hay una ecuación
que rige las cuentas frías de esta maquinaria:
“sí reúnes a un cierto número de inocentes y les haces atravesar por un molino de carne, del otro lado saldrá chorreando un hilito de oro”.
Entra persona,
grita
se retuerce
sale dinero
Entra carne, piel y sangre,
brota un chorro de moneda$$$
Si un hombre puede gritar a través del papel
Yo grito
¡Hay que parar!
Hay que poner a salvo la vida. La Historia enseña que el horror gana cuando por nada ni por nadie se detiene la marcha del mundo. El horror político se instala en el momento en que perdemos la capacidad de detenernos. Cuando, pase lo que pase, todo sigue girando, incluso si el valor de la vida se desbarranca. Ese es el punto de no retorno.
El mesías de esta época es el periodista asesinado por _ _. El que no funda una religión, ni suscita un credo, ni se eleva por los cielos a los brazos del padre. El mesías es quien sufre inútilmente, quien no tiene nada que confesar incluso si le machacan las manos, los pies, su sexo, su vientre, su lengua. El que no volverá, porque cuando alguien muere así, algo en el ser humano es quebrantado para siempre.
Pero yo no dije nada.
Fuiste tú.
Porque sabes quién es _ _.
Y ahora ya comprendes lo que se siente ser un periodista mexicano y rellenar los vacíos con palabras.
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