Alejandro Ochoa: caricaturista sin querer

El gusto por el dibujo, el origen de sus personajes y los eventos que han marcado la trayectoria de este “monero” tapatío, contados por él mismo.

Karla Rocha

Alejandro Ochoa es un caricaturista, artista e ilustrador tapatío que logró la difusión masiva de su trabajo con la publicación de los 55 libros de caricatura que realizó como promoción del deporte para los Juegos Panamericanos de Guadalajara, en 2011. Para entonces, su nombre resonaba ya en el circuito más especializado de su profesión, ya contaba con el reconocimiento de su gremio: su trabajo formaba parte de exposiciones montadas en México, Estados Unidos, Italia, España o Japón, y sus cartones y caricaturas eran seleccionadas lo mismo para el World Press Cartoon Contest, de Sintra, Portugal que para el Festival Internacional de las Artes y el Humor de Alcalá de Henares, en Madrid, España, o incluso para representar a México en el Festival de la Caricatura de Milán, La Ghignata (lo que sucedió en 2010).

Si la lista de reconocimientos que ha recibido el trabajo de Alejandro es impresionante, lo es también la de los clientes para los que ha trabajado, que incluye a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Gobierno del Estado de Jalisco, la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), Coca-Cola, el Zoológico Guadalajara, Trompo Mágico, los diarios Milenio y El Economista, Cervecería Cuauhtémoc, Lala, Telcel, Liverpool, el Centro Comercial Andares, Maseca o el ITESO, por mencionar sólo los nombres más reconocidos.

Alejandro, sin embargo, no tiene dudas: el parteaguas de su carrera lo marcó la colección de libros para la promoción del deporte, en la que empezó a trabajar en 2007, cuatro años antes de que se popularizaran en periódicos, se entregaran en bibliotecas, se regalaran afuera de los estadios en Guadalajara, y de que fuera el regalo del Gobierno de Felipe Calderón como despedida del Presidente a los medios de comunicación.

“En el último día de los Juegos Panamericanos vino el presidente Felipe Calderón a clausurar el evento. Yo estaba trabajando, viéndolo en la tele cuando dijo: si ustedes tienen algún proyecto que pueda ayudar a los niños o al país en cuestión deportiva, no pierdan el tiempo, háblennos. Justo terminó de decir eso, cuando me metí a la página de Presidencia de la República, seleccioné el correo a Felipe Calderón y le mandé uno que decía: “Yo tengo un proyecto que le puede ayudar mucho a México”.

Las cosas se dieron muy rápido, “en cuestión de minutos me contestaron de la Secretaría de Gobernación, diciéndome que acababan de dar la orden para que me hablaran de la Conade; al día siguiente estaba presentando mi trabajo en Ciudad de México. Me compraron varios ejemplares e incluso los reimprimieron.”

Para Alejandro, “Los deportes con los Escuincles” es uno de sus trabajos más importantes, pero, ¿cómo nacieron los Escuincles?

Alejandro trabajaba en el periódico Siglo 21, donde había diseñado distintos personajes; su intención era que fueran los Escuincles. “Fui a presentarlo al director del periódico y le dije: tengo esta idea, me gustaría hacer una tira en el que los niños hablaran de lo que está pasando en el mundo desde una perspectiva infantil, en que podamos hacer crítica social de las cosas”. La respuesta no fue favorable en ese momento. 

Su suerte cambió cuando le hablaron de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para citarlo en las oficinas el viernes siguiente. Necesitaban la imagen de la FIL y de Papirolas, el festival creativo para niñas, niños y jóvenes de la feria. “Lo primero que pensé fue en agarrar esos personajes que ya estaban. Lo hice, les encantaron y los usaron durante ocho años. A la semana o al mes de que me hablaron, yo ya estaba haciendo todos los carteles, todo lo de Papirolas, y me habló el director del periódico, después llamado Público: “Ya está, ya está el espacio”, me dijo.  “Mis personajes nacieron al revés: en la mayoría de los proyectos se hace el personaje, la psicología y luego salen las tiras. Acá fue: inténtalo rápido, haz las tiras y con el tiempo le vas dando la personalidad.”

Escuincles lleva más de 20 años y cada personaje tiene una personalidad definida, si bien cada uno con una pizca de la personalidad de su creador. Imposible evitar hablar sobre eso en una conversación con Alejandro Ochoa.

¿Tiene algún personaje de Escuincles que sea su favorito?

No es que tenga mi favorito. Siento que cada uno tiene como una parte de mí; siento que para las tiras Chipotes y Moños pueden sacar como carnita, por así decirlo, para hacer crítica, y cada uno tiene una función, se complementan. Pero me cae bien Lentes o María.

¿Por qué sus personajes son niños?

Yo veo dos razones. La primera es que cuando estaba chiquito leí mucho a Mafalda, Snoopy y Charlie Brown; entonces, creo que me identifico con el lenguaje de los niños, con la idea de hablarle al público en general, pero desde un lenguaje infantil. Son niños, creo que esa es la clave, ahorita lo estoy pensando, son niños muy ingenuos. Me gusta jugar con la ingenuidad, puedo decir algo ingenuamente y el receptor recibe el mensaje, muchos lo toman a mal o se enojan, pero como es muy ingenuo el mensaje, creo que esa es la otra razón por la que recurro a ellos.

¿Desde niño tenía alguna idea clara de a qué se quería dedicar?

No. A los 17 años me gustaba dibujar, pero nunca me imaginé que me fuera a dedicar a esto (monero). De hecho, quería estudiar arquitectura. Entré a trabajar con un arquitecto y me di cuenta de que el dibujo técnico no era lo que me gustaba; o sea, una regla de tantos centímetros y una perspectiva. Me gustaba hacer una perspectiva, pero inventada por mí, con la caricatura.

En ese tiempo, no había clases de dibujo, quizá de pintura, pero no era lo que yo quería. Empecé a trabajarlo por mí mismo, por dibujar, por hacer experimentación y viendo las caricaturas en la tele, porque había muchas más caricaturas entonces que cuando era más niño.

¿Por qué estudiar Ciencias de la Comunicación en el ITESO?

Cuando estaba en la preparatoria empecé a dibujar. Yo era una persona muy callada, muy seria, muy tímida y me di cuenta de que yo podía decir muchas cosas a través de las caricaturas.

A veces pintaba al padre jugando fútbol y lo hacía en caricatura. Luego el padre agarraba el cartel y lo guardaba. Me daba cuenta de que causaba un impacto mayor, pesaba más un cartel bonito que uno súper diseñado.

En ese tiempo el ITESO no tenía la carrera de Diseño, pero sí la carrera de Ciencias de la Comunicación; de ahí, vi que podía estudiar toda la parte teórica de la comunicación y especializarme después, poco a poco, en la parte técnica.

¿Cuándo decidiste ser caricaturista?

Por un lado, no lo decidí porque fue el mismo destino el que me fue llevando. No fue algo que yo planeé, yo quería hacer televisión, producción, por algo estudié Comunicación. Lo que pasó fue que en el ITESO, más o menos a la mitad de la carrera, había una maestra que daba la clase  de comunicación personal que nos dijo: “Para el lunes quiero el trabajo a máquina”. Llegó el sábado y no había hecho nada y lo postergué para el domingo, y ándale que es domingo, no había computadoras en aquel tiempo, eran máquinas de escribir, y la máquina de escribir de la casa no tenía tinta. Total, dije: ¿qué voy a hacer? Se te viene el mundo encima y pensé: “bueno, pues lo voy a hacer en caricatura, lo voy a explicar con monitos”.

La clase era como a las 6:00 de la tarde y al final dejé el trabajo en el escritorio con el pensamiento de “seguro voy a reprobar”.

Eso fue un lunes, y el jueves era la siguiente clase. Llegó la clase y la maestra me dice: “Alejandro, ¿puedo platicar contigo?”. Obviamente iba por mi cero, ¿no? Sabía que no la había hecho a máquina. Y me dijo: “Quiero decirte que es el trabajo que más me gustó. Estuve encantada, me morí de risa, entendí todo, ¿cómo pudiste decir esto cuando los demás no dijeron nada?”. Fue un trabajo que para ella fue diferente, a lo mejor no era el trabajo más bueno del mundo, para un premio, pero cumplí mucho más que si lo hubiera hecho a máquina.

Luego, ella me dijo: “Alex de ahora a adelante te recomiendo que trates de entregar tus trabajos en caricatura, porque ese es tu lenguaje”. A partir de ahí, podía estar entregando trabajos formales, de universidad, en caricatura, siempre y cuando le dijera al profe: “¿Te lo voy a entregar en caricatura?, ¿tienes algún inconveniente?”. Afortunadamente, me dejaron desarrollar esa forma de hablar, de expresarme.

Había un antecedente, que un año arriba de mí estaba Trino y dos arriba estaba Falcón. Fue una casualidad que hubiéramos varios que estuviéramos expresando en caricatura y así fue, sin querer.

Tiempo después, Alejandro Ocha también tuvo la oportunidad de conocer a otro de sus caricaturistas favoritos: Quino: “Conoció mi trabajo, conocí a su editor y su editor fue una de las personas que me animó a hacer caricaturas, me dijo: “tienes un don, hazlo, no importa qué hagas, haz un camino, vas a tardar tiempo, pero se puede”.

Se pudo, con “Los deportes con los Escuincles” Alejandro Ochoa llegó a deportistas, a niños y a mucha gente más. «Tuve una respuesta impresionante de mensajes, de una cantidad impresionante de personas. Hasta la fecha me siguen llegando mensajes, que quieren un libro. “¿No tienes el libro de golf?, ¿ el de ¿tiro con arco?  Y digo: ya pasaron unos 10 años y hasta la fecha me los siguen pidiendo».

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