,

Guadalajara Abraza el lado oscuro

No estuvimos en Tatooine, ni en Naboo, ni tampoco en la Estrella de la Muerte, pero estuvimos rodados por Stormtroopers, Jawa, y Mandalorianos.

Fernando Hernández Casarín

La marcha de los Stormtroopers es coordinada, decidida; una extensión de la máquina de guerra imperial. Los trajes militares blancos brillan, las manos cargan un “blaster” en posición de descanso. Avanzan en dos hileras, separadas por un par de metros, con la vista al frente. La multitud esta expectante, observa en silencio. De pronto, a la lejanía estallan aplausos; todos giran sus cabezas y entonces lo ven: una figura obscura sobresale entre los soldados, más alta que los Stormtroopers, hondeando una capa que engrandece su presencia. El señor Sith más poderoso, Darthvader emerge como un gigante y hace que las personas rompan en júbilo. Entre las ovaciones nace una voz femenina, destaca del resto y grita: “ahórcame con tu fuerza”.

No estamos en Tatooine, ni en Naboo, ni tampoco en la Estrella de la Muerte; estamos en Guadalajara, en un desfile de disfraces organizado por la comunidad de fanáticos “La legión 501”.

Los Jawa, vestidos con túnicas marrones que solo permiten ver el brillo de sus ojos amarillos, bailan y saltan al ritmo de la música mientras avanza el desfile. Dos de ellos, al fondo del grupo, empujan una carretilla con la bocina.

El calor de la tarde es algo asfixiante, la pequeña llovizna no hace más que humedecer el ambiente y las telas de la ropa se pegan al cuerpo. Emilio decide quitarse el casco de Mandaloriano mostrando el rostro de un niño de no más de 13 años; el sudor le escurre del cabello y sus mejillas se muestran algo enrojecidas. Después de un rato sin el casco su cara recupera su tono natural.

Emilio es miembro de la Galactic Academy, un grupo afiliado a La legión 501, organizadores del desfile. Confeccionó su disfraz de Din Djarin, el Mandaloriano, en colaboración con su padre. En su morral lleva un peluche de Grogu, tejido por su abuela.

Otros niños, como Leslie, también participan en el evento; ella vestida como un Jawa, con ojos de tapa de botella y telas marrones, nos cuenta que le gusta vestirse así para causar felicidad en los demás, para que reconozcan a sus personajes favoritos.

Casi a la mitad del desfile, un detalle destaca en la perfecta formación de la armada imperial, como una nota discordante en una sinfonía; uno de los Stormtroopers se empieza a quedar atrás, mira a sus costados y nota que algo anda suelto en su traje. Palpa su costado como si buscara algo y aprieta un botón, entonces dos uniformados de rojo y verde se acercan al hombre e intentan arreglarlo. Tardan medio minuto y se reincorpora a la marcha.

En medio de la asamblea de espectadores, se alzan voces que suman a la inmersión en el momento. Hay participantes que se habían disfrazado como miembros de la facción rebelde, pero aun así el clamor unificado de apoyo se inclina hacia el lado obscuro.

“¡Arriba el Imperio!” “¡Que viva la primera orden!”, se propagan entre los asistentes, entre muchos otros gritos, eclipsando cualquier apoyo a la causa rebelde.

Comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *