En 2016, un humilde equipo estadounidense llegó a la Fórmula 1, que, si bien, es triunfante en la NASCAR, tenía que enfrentar desde cero el proyecto en el máximo circuito automovilístico. Gene Haas compró a la escudería Marussia, un equipo anglo-ruso que se declaró en bancarrota en 2014, y aprovechó la oportunidad de ver su apellido en dos monoplazas viajando por todo el mundo.
Con un experimentado francés llamado Romain Grosjean y la promesa mexicana, Esteban Gutiérrez, como pilotos, y el carismático y temperamental Günther Steiner como director de equipo, se puso en marcha la primera temporada de la escudería. Lograron un sorpresivo octavo lugar en el campeonato de constructores (superando a otros tres equipos que ya tenían experiencia) y aunque Guti no logró puntuar, Grosjean logró 29 unidades, incluido un quinto puesto en la segunda carrera en Bahréin.
Después de una decente temporada 2017, y una gran temporada 2018, en la que quedaron quintos, con 93 puntos entre Grosjean y Magnussen (el piloto reemplazo de Esteban, que salió tras no conseguir los resultados que él quería), Haas empezó a ir cuesta abajo.
Desde el principio, para armar su carro compraron la mayoría de sus piezas a diferentes distribuidores, no como otros equipos con mayor presupuesto como Mercedes y McLaren, que arman su propio monoplaza con toda la infraestructura que tienen. Además consiguieron desde el principio un convenio con Ferrari para que les distribuyera el motor, una de las piezas más importantes de los vehículos.
Llegaron las temporadas 2019 y 2020, y al equipo se le juntaron una serie de factores que lo fueron hundiendo cada vez más. No quedaron últimos solo porque Williams tenía uno de los peores carros en tiempos recientes. El principal patrocinador de Haas, Rich Energy, una empresa de bebidas energizantes, resultó ser un vendehumo y no les pagó ni un centavo. El motor Ferrari, que era una de sus pocas ventajas, fue penalizado y si el equipo italiano pasó de pelear por terceros puestos a mendigar abajo del décimo, fue peor aún para un carro menos preparado en el chasis como el Haas. Grosjean tuvo que abandonar 7 de las 21 carreras por problemas técnicos o choques y Gene Haas empezó a retirar su apoyo económico tras los malos resultados, lo que derivó en escenas tan oscuras como cuando se filtró que Haas era el único equipo sin transporte propio para sus monoplazas, pues trasladaban sus piezas por separado en camionetas tipo van.
Tras varias decepciones, llegaron a 2021, sin dinero, con 2 pilotos veteranos, con todo que perder, y con sólo 4 años de experiencia en la Fórmula 1. Sin embargo, Günther Steiner no se rindió. Consiguió patrocinios al firmar al hijo de Michael Schumacher, Mick, y también al hijo de un empresario billonario ruso, Nikita Mazepin. Esto fue el primer paso hacia la resurrección de Haas.
A pesar de seguir siendo últimos el año pasado, con la inversión de Uralkali, empresa de Mazepin, la escudería norteamericana pudo desarrollar un carro competitivo para 2022. Así pues, recuperando a Magnussen (tras la rescisión de Mazepin por el conflicto ruso-ucraniano) pudimos ver como el equipo sorpresivamente logró un quinto puesto en el Gran Premio de Bahréin, peleando cara a cara con Mercedes, el actual equipo campeón y ganando a otros como Alpine, Aston Martin y McLaren, de mayor renombre y capacidad financiera.
Para muchos, Haas es un animador más, un equipo que fluctúa de arriba para abajo sin repercusión en la Fórmula 1. Sin embargo, no hay que olvidar que las buenas decisiones, aún en los momentos donde parece que no hay salida, son lo que definen a un equipo, y en el caso de Haas, es lo que los ha llevado a ser un ejemplo que seguir, convirtiéndose en un equipo que vino de los sombras para maravillar en el inicio de la temporada 2022. El trabajo que ha hecho Steiner en esta escudería es digno de admiración y espero le sirva para seguir manteniendo a este resiliente equipo muchos años más en la máxima categoría.
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